El mundo desarrollado se está enfrentando actualmente a un cambio demográfico que tiene consecuencias sociales, económicas y políticas. Por un lado, el envejecimiento de la población es cada vez mayor y seguiremos en la misma línea en los próximos años. Según un informe publicado recientemente por el Observatorio de Demografía y Diversidad Generacional, en 2031 uno de cada cuatro habitantes en España tendrá más de 65 años y según datos del Banco Mundial, nuestro país será uno de los más envejecidos del mundo en 2050.
Por otra parte, encontramos un fenómeno paralelo, la disminución de la población joven debido a la caída de la natalidad. Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la natalidad en España se encuentra en valores similares a los del año 1941.
Estos dos hechos han provocado la inversión de la pirámide de población. Esto explica porqué cada vez hay más personas mayores en edad de trabajar que tienen que convivir con los que se incorporan al mercado laboral. Es decir, vivimos una época que se caracteriza por la diversidad generacional o diversidad multigeneracional. Personas de hasta cuatro generaciones distintas, que proceden de sistemas educativos diferentes y que tienen sus propias motivaciones, preferencias y maneras de ver el mundo deben entenderse cuando realizan sus tareas en un mismo espacio dentro una empresa.
Teniendo en cuenta esto, no se explica cómo puede existir el llamado Edadismo, una forma de discriminación que afecta a millones de personas y que consiste en despreciar a las empleadas y los empleados más mayores por el simple hecho de tener una determinada edad. Por desgracia, hay datos que demuestran que esto está ocurriendo realmente. Según la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al tercer trimestre del 2018 hay 1.231.800 paradas y parados mayores de 45 años en España, lo que representa el 37% del total de los desempleados y desempleadas. Hace 10 años, con la misma tasa de paro, las personas mayores de 45 años representaban al 22% del total.
Con este escenario, es urgente actuar para encontrar una solución. Y esa solución estamos convencidas que pasa por valorar a todas las personas por su talento, independientemente de su edad. Hay que apostar por el talento sin etiquetas. Para ello es muy importante establecer estrategias para que todas las generaciones trabajen conjuntamente, se respeten, valoren y sigan creciendo profesionalmente gracias a sus diferencias. Y para que las empresas lleven a cabo una buena gestión del talento deben establecer nuevas formas de colaboración, nuevos sistemas de trabajo más flexibles y transversales y crear nuevos programas de desarrollo de carrera que motiven a cada generación, haciendo que las empleadas y los empleados estén realmente en el centro de la organización.